Día 14
Como un padre se compadece de sus hijos, así se compadece el SEÑOR de los que le temen. (Salmo
103:13)
Si todavía no ha sucedido, llegarán días en los que tus hijos se verán obligados a enfrentar las
inevitables nubes negras de la vida. Desilusiones desgarradoras. Fracasos devastadores. Malas
noticias inesperadas. Confusión, ansiedad y estrés. Estas pueden aparecer como la pérdida de una
posesión preciada, un fracaso en la escuela, la crueldad en las palabras de otro niño o incluso la
vergüenza de su propio pecado o mal comportamiento. En cualquier caso, estos momentos les
proporcionan a los padres la oportunidad ideal para demostrar una de las características más
valoradas en la vida . . . la compasión.
La compasión es simplemente decidir sentir un interés sincero y comprensivo por la carga pesada
que agobia a otra persona y estar dispuesto a hacer algo al respecto. Significa escuchar los
problemas de otro en lugar de ignorar su malestar. Tomarse el tiempo para secar una lágrima en
lugar de permitir que otra se derrame. Cubrir la culpa en lugar de exhibirla. Compartir la carga en
lugar de ignorarla.
Las situaciones difíciles en las vidas de nuestros hijos son oportunidades increíbles para probarles
que somos un refugio seguro adonde correr con sus cargas y angustias. Si descartamos su dolor sin
ofrecer un oído dispuesto o ayuda, lo más probable es que no acudan a nosotros más adelante,
cuando el problema sea más grave.
La compasión no siempre es sencilla o automática. Casi nunca es conveniente o cómoda. Pero tu
amor debería disipar toda duda en tus hijos de que tomas en serio sus cargas. Deben verte como un
oasis de cuidado e interés, en lugar de un desierto seco que no ofrece ningún alivio. Pero para que
esto suceda, debes guiar tu corazón para que esté dispuesto y sea comprensivo. Los niños son
sumamente impresionables. ¿Qué sucedería si la primera voz a la que puede acudir tu hijo cuando
necesita consuelo o consejo fuera la tuya?
Jesús, como siempre, dejó ejemplos de cómo demostrársela a . . .
los cansados, las personas «angustiadas y abatidas» (Mat. 9:36)
los ignorantes, como «ovejas sin pastor» (Mar. 6:34)
los desorganizados que estaban abrumados (Mar. 8:1-3)
los gravemente endeudados (Mat. 18:27)
los enlutados que habían perdido a un ser amado (Luc. 7:12-14)
el pecador quebrantado (Luc. 15:20-21)
los abusados y necesitados (Luc. 10:31-35).
Es más, dentro de las siete «compasiones» de Jesús, encontrarás una representación bastante
completa de Su obra salvadora: cómo se acercó a nosotros cuando estábamos agobiados por el
pecado, en deuda espiritual con Él, ignorantes respecto a cómo eximirnos, mal preparados para
enfrentar a Dios y la eternidad. Aunque a Él le entristece nuestra maldad y está dolorosamente
consciente de ella, nos ofrece el perdón que necesitamos y que Su sacrificio amoroso puede
proporcionar (Rom. 5:8).
Jesús invitó: «Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar. Tomad
mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis
descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera» (Mat. 11:28-30).
Dios puede encontrarse con nosotros en medio de las crisis, cuando nuestro corazón clama a Él. Es
fiel para compadecerse de nuestras debilidades (Heb. 4:15- 16) y responder nuestras oraciones.
Asimismo, tu disposición a reconfortar y consolar a tus hijos los acercará a ti y hará que sigan
acudiendo a tu ayuda. En lugar de tener que luchar solos con las dudas y las preguntas espirituales,
esperando que jamás descubras lo que han hecho, permaneciendo preocupados por los cambios en
su cuerpo o sintiéndose inseguros por lo que dicen sus pares, sabrán que tu puerta y tu corazón están
siempre abiertos a sus confesiones e inquietudes.
Así somos las manos tiernas de Jesús. De esa manera, los envolvemos con nuestros brazos, en lugar
de retorcerles el cuello. Así sabemos cuándo intervenir y rescatarlos en lugar de abandonarlos en un
pozo. Es el consuelo hermoso y sanador de la compasión.
TAREA:
BUSCA OPORTUNIDADES DE DEMOSTRARLES COMPASIÓN A TUS HIJOS. ESCUCHA
CON MÁS ATENCIÓN SUS INQUIETUDES. AYÚDALOS A ALIVIAR LA CARGA EN ÁREAS
QUE PUEDEN RESULTARLES DEMASIADO PESADAS. PREGUNTA SI PUEDES ORAR
POR ELLOS SOBRE ALGO QUE TE HAYAN CONTADO. PERMANECE DISPONIBLE PARA
ATENDER SUS HERIDAS Y PREOCUPACIONES.
Has una marca aquí cuando hayas completado el desafío de hoy.____________
¿Qué oportunidades encontraste para mostrar compasión?
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¿Cuál fue el resultado?
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Venga a mí tu compasión, para que viva. (Salmo 119:77)