Día 29
. . . Padre, te doy gracias porque me has oído. Yo sabía que siempre me oyes. . . (Juan 11:41-42)
¿Tus hijos creen que los comprendes de verdad? ¿Estás en sintonía con lo que les preocupa en este
momento? ¿Conoces sus esperanzas y temores más profundos? ¿Sienten confianza como para
contarte sus secretos?
De todas las cosas que necesitan nuestros hijos, una de las principales es tener momentos habituales
donde les prestemos toda nuestra atención. Escucharlos en forma deliberada y sin distracciones les
recuerda que son importantes para nosotros.
Aunque en esta era digital, la multitarea es una necesidad, escuchar requiere que hagamos una
pausa y concentremos nuestra mente en una sola cosa. Se apaga el televisor y se quitan los
auriculares. Nos alejamos de las computadoras y los teléfonos. Las manos descansan, los labios
sonríen, los oídos escuchan y las cabezas asienten.
Muchas veces, los niños pequeños y los adolescentes mantienen las cuestiones más profundas de
sus vidas sepultadas y escondidas de sus padres. No se sienten invitados a compartirlas. O tal vez
tienen miedo de que los ignoren o los rechacen si expresan sus verdaderos sentimientos,
necesidades e inquietudes. Pero como su padre o madre, eres la persona a quien Dios ha puesto para
amarlos hasta este punto.
Por eso, tomarte el tiempo para hacer preguntas íntimas y sinceras y escuchar a tu hijo es un
componente tan vital para la crianza. Tu oído tierno crea un espacio seguro para que tu hijo desnude
su alma.
Como la mayoría de las conversaciones suelen comenzar en un ámbito superficial, los hijos a
menudo hablan de cuestiones infantiles o poco importantes al principio: lo que vieron por
televisión, lo que alguien hizo en la escuela o sus intereses más recientes e importantes.
Si ignoras o desestimas sus palabras en estos terrenos poco profundos, tal vez no sientan que es
seguro avanzar contigo. Pero si es importante para ellos, también debería ser importante para ti. Al
valorarlos y reafirmarles tu interés y tu amor, estarán más dispuestos a comunicarte sus necesidades,
preguntas, esperanzas y temores más profundos.
Si creen que entiendes y te interesa lo que dicen, confiarán más en ti y valorarán tus consejos o
inquietudes.
Por el contrario, los adolescentes amargados y rebeldes suelen sentir que sus padres no se toman el
tiempo para escucharlos o entenderlos. Como «el buen entendimiento produce favor» (Prov. 13:15),
todos los padres deberían iniciar frecuentemente conversaciones seguras con sus hijos para
mantener un vínculo sólido con ellos. Es cierto, la energía y el tiempo necesarios para escuchar
implican un sacrificio de amor, pero la posibilidad de ganar el corazón de nuestro hijo transforma
cualquier aparente sacrificio en una inversión sumamente rentable.
El amor puede darnos la paciencia necesaria: «Parece que has estado atravesando muchas cosas
difíciles». «A ver si entiendo bien. . . ». «Entiendo que eso te haga sentir incómodo». La mayoría de
las veces, cuando el amor escucha, no lleva a cabo una investigación criminal ni una línea de ayuda
para emergencias. Tampoco se apura a proporcionar una solución rápida. Escucha y ama. Se
preocupa sinceramente y comparte la vida con alguien que valora.
Jesús basó Su argumento sobre la oración en la respuesta amorosa de los padres frente a las
necesidades de sus hijos. «¿Qué hombre hay entre vosotros que si su hijo le pide pan, le dará una
piedra, o si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar
buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas
a los que le piden?» (Mat. 7:9-11).
Dios es fiel para escuchar cuando lo buscamos. Así que, cuando nuestros hijos quieran hablar, no
les demos señal de ocupado. ¿Lo haremos? Nuestros hijos deberían poder vivir con la seguridad de
nuestro amor.
TAREA:
Has una marca aquí cuando hayas completado el desafío de hoy.____________
¿Adónde los llevaste y qué descubriste?
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¿Fue una experiencia incómoda o agradable?
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¿Qué dice esto sobre la intimidad de la relación entre ustedes? ¿Qué más puedes hacer para
fortalecerla?
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Pero ciertamente Dios me ha oído; Él atendió a la voz de mi oración. (Salmo 66:19)