Conectando a la Familia Dia 26

Día 26      “El Amor es Jesucristo”

En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él. (1 Juan 4:9)

En lo más profundo de nuestro amor por nuestros hijos hay un deseo de comprender y enseñarles lo más importante en la vida. Y cuando todo lo demás desaparece, algo permanece como lo más importante: Dios nos creó a nosotros y a nuestros hijos con un propósito eterno en mente: transformarnos en Sus hijos, conocer Su amor, honrarlo con nuestras vidas y pasar la eternidad junto a Él (Juan 3:16).

Por eso vino el Hijo de Dios a la Tierra como un recién nacido. Fue «nacido de mujer, nacido bajo la ley, a fin de que redimiera a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción de hijos» (Gál. 4:4-5), para «librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida» (Heb. 2:15).

Como afirma la Biblia: «Habiendo pasado por alto los tiempos de ignorancia, Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan, porque Él ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia» (Hech. 17:30-31).

Solo una verdad lleva a esta seguridad: hace más de 2000 años, un hombre llamado Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, caminó con perfección humana y estuvo dispuesto a derramar Su sangre por nosotros. La Biblia explica que Su nacimiento fue único, Su vida cumplió cientos de profecías, Su enseñanza reveló verdad eterna, Su amor fue insuperable, y Su sacrificio en la cruz fue perfecto y completo. Vino a aceptar el castigo que merecíamos, y pagó el precio que nosotros debíamos a un Dios justo, para quitar nuestra culpa.

Gracias a Cristo, Dios nos invita a nosotros y a nuestros hijos a apartarnos de nuestros pecados, invocar el nombre de Jesús y poner nuestra fe en Él (Rom. 10:13).

Puedes confesar «con tu boca a Jesús por Señor, y [creer] en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos» (Rom. 10:9). Al abrirle el corazón, Su promesa para ti es tan sencilla como profunda y segura: «Serás salvo».

Y esto viene con una promesa de por vida: «Todo el que confíe en él no será jamás defraudado» (Rom. 10:11, NVI). Recibes perdón inmerecido. Paz y esperanza reales. Una relación con Dios y vida eterna ahora mismo, que seguirán después de la muerte y la tumba. Así es el amor de Dios por ti. Así ama a tus hijos.

No hay que presionar a los hijos a tomar ninguna clase de decisión espiritual si no están listos. Apurarlos solo les genera rechazo en lugar de desear abrazar la fe y vivirla. Así que, los padres deberían concentrarse en ser un ejemplo del amor de Dios por sus hijos, orar por su salvación y plantar con paciencia semillas de verdad sobre Jesús en sus corazones. En algún momento, Dios puede ayudarlos a comprender que son imperfectos y pecaminosos, y que necesitan el perdón de Dios.

 

Cuando tus hijos confíen en Él y comiencen a crecer en la fe, puedes proponerte mostrarles cómo el andar con Jesús podrá bendecir todos los aspectos de su vida. Lo que Cristo haga en el corazón de ellos los guiará, los fortalecerá y los restaurará para que tengan una vida abundante de gozo y significado. Lo que más necesitan sus corazones es a Jesús. Ayudarlos a conocerlo y seguirlo cada día debería ser una prioridad en tus oraciones y tu aliento amoroso.

El desafío de hoy:

Pregúntate si has confiado de verdad en Jesús como tú Salvador, si es así agradécele por su valioso regalo, y si no puedes resolver esta cuestión hoy mismo alejándote de tu pecado, pidiéndole su perdón y tu Salvación. Después habla con tus hijos sobre la verdad de Dios y tu historia.

Haz una marca aquí cuando hayas completado el desafío de hoy.                       

¿En dónde estás en tu caminar de fe? ¿Dónde se encuentran tus hijos? ¿Alguna vez les hablaste en detalle de tu travesía de fe? Si no estás seguro de tu salvación, considera leer el libro breve de 1

Juan, en la parte final de tu Biblia, para obtener claridad y seguridad.

 

Tú, pues, hijo mío, fortalécete en la gracia que hay en Cristo Jesús. (2 Timoteo 2:1)

Loading

Deja un comentario