Tu También puedes ser un Intercesor

2 Crónicas 7:14

Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados,  y sanaré su tierra.

«Deme cien predicadores que no teman nada sino al pecado, y no deseen nada sino a Dios. ¡Me importa un comino que ellos sean clérigos o laicos! Los tales harán temblar las puertas del infierno y establecerán el reino del Cielo en la Tierra. Pues Dios no hace nada, sino es en respuesta a la oración»… John Wesley

Los apóstoles conocían la necesidad y el valor de la oración en su ministerio. Ellos confesaron que su elevada comisión como apóstoles, en lugar de relevarlos de la necesidad de orar, los comisionaba a ella por la necesidad más urgente. Así que, excesivamente celosos de que ninguna otra obra importante agotara su tiempo y los privara de “darse con persistencia a la oración y al ministerio de la Palabra” (Hch. 6:4), señalaron laicos para llevar a cabo los delicados y absorbentes deberes de ministrar a los pobres; dijo Pablo: “orando día y noche, continuamente…” (1 Ts. 3:10).

El saber que Dios es soberano genera algunas preguntas sobre la naturaleza de la oración. Específicamente, muchas personas me han preguntado: “Si el Señor tiene el control, ¿por qué espera que oremos?”

La oración nos permite cooperar con lo que Dios se ha propuesto realizar. Él desea involucrar a los creyentes en la obra que está haciendo en el mundo y en las vidas de las personas. No hay ni un solo versículo de la Biblia que apoye la idea de que debemos estar descansando mientras el Señor hace todas las cosas por su buena voluntad. De hecho, dice todo lo contrario.

En Juan 17.11, Jesús le pidió al Padre que protegiera a los discípulos por el poder de su nombre. ¿Pensaba Él que podían perder su salvación, o alejarse de su compromiso? De ninguna manera. Jesús era Dios en carne humana. Él sabía exactamente lo que sucedería —cómo estos hombres difundirían el evangelio y se mantendrían fieles hasta la muerte. Jesús estaba tomando parte en el plan del Padre para sus seguidores al interceder por ellos.

Dios puede, sin duda, construir su reino sin la intervención o la ayuda de los creyentes. Pero una relación hace mayor la profundidad y la cercanía cuando Dios y sus hijos comparten un mismo interés. Orar y trabajar junto a nuestro Señor aumenta nuestra fe y fortalece nuestra confianza en su poder.

Hablar con el Todopoderoso es un privilegio. Nuestro Padre nos llama a comunicarnos con Él para poder acercarnos más a su corazón e involucrarnos en la edificación del reino.

Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen, Y su justicia sobre los hijos de los hijos. (Salmos 103:17)

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