13 de diciembre de 2017
Zacarías 7:8-14
No endurezcáis vuestro coraz6n. -Salmo 95:8
Las compañías farmacéuticas facturan miles de millones de dólares vendiendo medicamentos que evitan el endurecimiento de las arterias, una enfermedad que puede llevar a ataques cardiacos, los cuales matan a miles de personas cada día.
Sin embargo, una enfermedad más grave que el endurecimiento de las arterias, es el endurecimiento del corazón, y ningún medicamento milagroso puede evitarlo. El profeta Zacarías les advirtió a los israelitas acerca de ello. Ellos habían endurecido sus corazones y se negaron a escuchar las palabras del Señor. Los síntomas de esta condición mortal fueron su negativa a ejecutar verdadera justicia y su fracaso en mostrar misericordia y compasión (Zacarías 7:9). Como resultado de ello, el Señor se enfureció y dejo de escucharles (v. 13).
Si bien es importante impedir que se forme una obstrucción en nuestras arterias, aún más importante es impedir que nuestros corazones se vuelvan insensibles a las personas que son importantes para Dios: las viudas, los huérfanos, los extranjeros y los pobres (v, 10).
OREMOS: MI Dios sé que no soy el único que ha sido propenso a endurecer su corazón a diario me suceden cosas que me decepcionan acerca de las personas y más aún acerca de mí mismo, te suplico me ayudes a transformar mis pensamientos acerca de cada persona que me rodea y así pueda ver las cosas positivas que seguro me ayudaran a sensibilizar mi corazón y presentar así tu carácter en mí, sé que no es fácil, es más, creo que es muy difícil, pero también sé que a diferencia de muchos que solo hacen obras buenas para verse bien, tu estas en mí y quieres usarme para tu gloria y ser una bendición para los demás sin importar su condición manifestando así, tu compasión, gracia y misericordia por la humanidad. Gracias otra vez por usar mi vida para tus propósitos. Amen
PARA REFLEXIONAR: Es de importancia crucial seguir las ordenes de nuestro doctor para evitar que nuestras arterias se endurezcan. Pero aún más crucial es obedecer a Dios para evitar que nuestros corazones se endurezcan a las necesidades de los demás. Pídele a Dios que te recuerde a alguna persona que necesite la ayuda de alguien con un buen corazón. Amar a Cristo es tener compasión por los demás.