Fuente de vida es la boca del justo.
Proverbios 10:11
No sucedía a menudo. Recuerdo haberlo oído sólo un par de veces. Pero les garantizo que en esas escasas ocasiones en que mi padre soltó una grosería, me causó una gran impresión. Quedé en shock y muy sorprendido.
Era un hombre de pocas palabras, y menos de groserías o de palabras irrespetuosas. Dudo que lo haya oído decir más de 10 garabatos en toda mi vida. Y en todos sus 46 años de matrimonio, no recuerdo haberlo oído ni siquiera una sola vez hablándole con dureza a mi mamá.
Les garantizo que sus hijos están observando. Y escuchando.
Si quieren controlar las lenguas indomadas de su familia, primero deben limpiar las palabras que fluyen de las suyas. La forma en que se hablan el uno a otro, y a sus hijos, debe fijar el patrón. Si tú les hablas con respeto a los demás, puedes esperar razonablemente que sus hijos hagan lo mismo.
¿Qué tipo de límites has escogido para tu forma de hablar? Sin duda que maldecir es claramente incorrecto. Pero, ¿qué de los modismos que están justo al borde del lenguaje soez? ¿Qué hay de las otras toxinas de la lengua, como murmurar y criticar a la gente a sus espaldas?
¿Te escuchan tus hijos hablar en forma malsana de tus vecinos o de tus compañeros de trabajo? ¿Qué comentarios te escuchan hacer sobre tu jefe, tu pastor o tus líderes políticos? ¿Qué dices cuando alguien se cruza delante de ti con su vehículo en medio del tráfico, o bota basura en tu jardín? ¿Obedeces los mandamientos de Dios de honrar a tus padres, o te quejas de la carga en que se han transformado?
Nunca olvides que el respeto mutuo es la base de todas las relaciones sanas. La forma en que nos relacionamos el uno con el otro como pareja es el mejor modelo para ayudar a nuestros hijos a aprender el uso agradable de la lengua.